Cuando no soporto a mi suegra (¡tan típico!), o a los amigos de mi pareja, o ir a la casa de verano de mi pareja….., o también se da… a los hijos de mi pareja …. ¡uff!, ¿qué está pasando?
Esto sucede mucho. No me lo invento yo. Es una realidad muy difícil para muchas personas, y puede ser que mi suegra, los amigos o los hijos sean insoportables, no lo niego, pero tampoco está de más revisar la comunicación con mi pareja ante estas situaciones…. Uno de los temazos que se trabajan más en terapia de pareja es la asertividad.
Nos cuesta la vida decir que no. Corrijo, somos muy capes de decir que no de mil formas, con un codazo, una mirada, un silencio, una indirecta, un comentario ácido, un olvido… «ay ¡qué despiste!… perdóname…» Y esto son formas de decir que no que la otra persona nos va guardando en la mochila de los rencores ocultos…
Nuestra pareja siempre sabe lo que no queremos, gracioso… Lo más gracioso… o no, es que muchas veces no sabe lo que queremos.
Nos cuesta demasiado la honestidad. Ser honesta es ser abiertamente sincera, transparente. Nos cuesta ir de frente ¡sin agresividad!… con agresividad o actitudes agresivo – pasivas sí que sabemos.
Asociamos la franqueza y la honestidad a la dureza o a la agresividad y nos sentimos culpables de ser abiertamente honesto/as; «qué difícil decirle que no quiero ir con él/ella a ….». Y en su lugar nos sale un; «mira, no tengo tiempo de…» (o algo un poquito más ácido…, ya sabemos).
Pero eso no tiene por qué ser así. La manida asertividad hace referencia al saber decir que no cuando es que no, pero sin atacar, sencillamente sintiéndome libre y con derecho a decir un no limpio. Y también a saber decir un sí orgulloso cuando quiero decir sí, con libertad, sin pudor, lo quiero, ¿qué problema hay?, me gusta, tengo derecho.
¡Esto lo hacen los niños muy bien! Cómo me gusta cuando le dicen a un niño; «¡dale un besito a la tía Marta!» Y el niño dice; «¡no!» Es más, me muero de la risa. Si algo bueno encuentro en la educación actual es esa libertad que los niños tienen y que muchos de nosotros no teníamos (esto no quiere decir que no haya que educar ¡eh!).
Como los niños, tenemos que aprender que hablando se entiende la gente. Esto es, yo te digo lo que quiero, tu me dices lo que quieres. Los dos escuchamos y aceptamos el deseo del otro y con buena voluntad negociamos y acordamos una solución para los dos, no para uno. En este punto es muy importante ser consciente de que si yo no me expresó con claridad, si no pongo mis cartas encima de la mesa, entonces mi deseo no entrará en la negociación y me sentiré desatendido/a. Pero no será porque el otro no me escuchaba, será porque yo me callé. A veces caemos en el vicio de criticar que la otra persona no me tiene en cuenta, cuando yo no le estoy dando la oportunidad de tenerme en cuenta. Esto es una forma de victimismo.
Muchas veces la suegra, los amigos de mi pareja, en la casa de veraneo de mi pareja o los hijos de mi pareja hacen lo que ellos quieren. Y posiblemente nos da tanta envidia que en vez de ser honesto/as agredimos de alguna forma, criticando, atacando…. y eso sólo sirve para dejarnos el estómago revuelto y ser un poquito menos felices.
Una buena forma de empezar a ganar en bienestar y ser un poquito más felices es intentar hablar abiertamente y sin agresividad con nuestra pareja y expresarle lo que nos cuesta tanto de él/ella y/o sus alrededores…
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