Tenemos tanto que aprender…, no es nuevo, ya todos lo sabíamos, pero este virus nos ha dado con mil cosas de frente en las narices, de un día para otro, abruptamente y sin paliativos.

Lo primero, a pensar de otro modo, a abrir nuestros cerebros y nuestros cuerpos, a flexibilizar nuestro día a día, ya que nos ha desbaratado nuestras rutinas. A romper nuestras burocracias, ya que el coronavirus nos ha puesto ante una situación sin precedentes para lo que no existen protocolos.

Ya no podemos hacer (casi) nada de lo que hacíamos antes y mucho menos de la forma que lo hacíamos antes. Los trabajadores que salían de casa cada día a toda prisa ahora tienen que hacer de profesores, de limpiadores, de payasos, y/o de «manitas» improvisados. Los profesores se convierten a las aulas virtuales, incluso vuelven a su antigua vida de enfermeros porque les llaman de un hospital, como los jubilados que, de repente, pasan de ser abuelos a volver a ejercer su antigua profesión sanitaria. Los limpiadores pasan a ser desinfectadores profesionales o vuelven a casa para volver a ser padres y madres, disfrutar de sus hijos por fin,… o temblar por si no llegan a fin de mes….

… Hablando de fin de mes…, a valorar nuestros trabajos. Puede ser que la macroeconomía se vaya a pique y se hundan las bolsas. Eso, muchos no sabemos lo que significa, y quizás pensamos que por fin los bancos van a devolver todo lo que nos “robaron en la crisis”, pero sí que vemos que puede ser nuestro trabajo diario lo que se vaya a pique. Y eso sí que nos preocupa, nos entra el miedo a la catástrofe, no a la lejana, a la de que nuestro saldo se agote en el banco. Ahora valoramos nuestros trabajos cuando antes, quizás, los maldecíamos.

Curiosamente en estas situaciones de crisis es cuando las personas nos retratamos. Como dice el refrán, en la mesa y en el juego se conoce al caballero. Profesionales de grandes y pequeños negocios están poniendo sus servicios a disposición de los demás (o todo lo contrario…). Estamos escuchando de cadenas hoteleras que ponen a disposición sus hoteles, empresas informáticas que ofrecen puesta en marcha de plataformas de aprendizaje, psicólogos, profesores y mil otros profesionales de cualquier tipo que ofrecen sesiones gratuitas online para paliar de alguna forma las tropecientas necesidades que se han destapado.   

Nuestra libertad de movimiento. Salvo los profesionales de aquellos sectores que están dándolo todo (sanitarios, alimentación, …) ¿Quién no se está subiendo por las paredes en alguna medida? Hay personas confinadas que parecen leones enjaulados que se buscan las mil y una formas de distraerse para no encontrarse consigo mismos. Están dispuestos a hacer cosas inverosímiles hasta el momento, desde ir a la compra o a la farmacia a cualquier recadito, hasta a pasear el perro del vecino para poder salir. Es el mundo al revés, de hecho ahora son los perros los que sacan a los dueños. 

… A cambiar nuestra escala de valores, ya que el coronavirus nos ha dicho que la economía no es lo primero, lo primero es la salud. Y lo cuestionábamos. Cuántas personas pueden ver ahora que viven estresadas por sus trabajos y de qué calibre es la factura que el estrés pasa… De repente hay personas que están descubriendo que pueden dormir 11 horas seguidas y lo dicen con los ojos abiertos como platos. Ojalá hubiera sido de otra forma el frenazo.

… A apreciar la cercanía, el cariño, el contacto físico… Resulta que para muchas personas tocarse, abrazarse, besarse o darse una palmada significa decir «te aprecio, cuento contigo, te quiero»… Y ya no podemos comunicarnos físicamente…. En los últimos años se ha dado muchísima importancia a la comunicación no verbal, porque la tiene… Ahora echamos de menos las mil posibilidades de comunicación que teníamos, porque nos cuesta expresar verbalmente lo que sentimos. Tener a tu padre aislado en la habitación de un hospital, sin saber qué va a pasar con él es bien duro y nos gustaría poder decirle, aunque sea por teléfono, te quiero, te perdono, no te mueras por favor, que todavía te necesito. No eres un viejo chocho, aunque en ocasiones te lo he hecho creer.

… A confiar en los otros, ya que ¡por fin! nos damos cuenta de que necesitamos ayuda…. Somos seres necesitados porque no somos todopoderosos. Este bichito nos hace ver que necesitamos, porque no podemos con todo. Ese es el lado desagradable de la moneda, la buena noticia es que no estamos solos. Hay un montón de personas que se están volcando a ayudar a los demás. No solo en el mundo sociosanitario, que es evidente, sino también vecinos que ayudan a vecinos, hijas de madres que ayudan a otras madres vecinas. Personas que ofrecen su tiempo y su conocimiento y lo ponen a disposición… Ahora estamos todos en lo mismo y nos necesitamos más que nunca. Estamos ante una situación que hay que atravesar, no se puede eliminar. El virus no se borra, está suficientemente repartido y ha venido para quedarse. Esto está siendo una lección de humildad, porque estamos aprendiendo a convivir con nuestra vulnerabilidad. Notición: no somos omnipotentes.

…A confiar en algo superior, en el universo, en Dios o en el más allá (cada uno póngale el nombre que quiera), ya que esto es demasiado grande para el ser humano. Ya que esto nos pone de narices con que lo que atraviesa el dolor es el amor y no el poder. Cuando lo que está delante de tuyo es más fuerte que tú, lo que calma y sacia es aceptar, no tanto luchar.

El virus pasará. Seguro que vamos a salir de esta pandemia, como lo están haciendo los países que nos llevan unos meses de ventaja. Ojalá el aprendizaje sea igual de potente que el impacto que nos está generando. Ojalá nos sirva para abrirnos, siendo conscientes de la cantidad de defensas con las que vivimos y, ahora, no sirven para nada. Ojalá nos sirva para reconectar con nosotros mismos, con los demás, con la sabiduría que todos tenemos dentro, con el amor, tras darnos cuenta de lo desconectados que en muchas ocasiones vivimos. Ojalá nos sirva para aprender que ser generosos es el mejor modo de vivir, porque la vida te devuelve lo que tu le das.

Si nos damos cuenta del miedo que vivimos de continuo, de cómo nos pasamos la vida corriendo, huyendo de nuestros fantasmas, es posible que podamos romper nuestras máscaras y rigideces, es posible que podamos vernos sin asustarnos, es posible que podamos tocar con los dedos nuestra vulnerabilidad, abrazarla, besarla, mirarla con cariño, ¡incluso quererla!. Como los abuelos quieren a los nietos y los miman sin juzgarlos, porque las torpezas e imperfecciones les importan un pito 🙂

Nuestra vulnerabilidad (esa que todos sentimos como un pinchazo por dentro) podrá entonces dejar de ser un secreto, podrá dejar de esconderse, podrá mostrarse y nos dejará sentirnos libres. Lo mejor es que alucinaremos dándonos cuenta de que todo el mundo lo sabía y nos reiremos (a carcajada limpia) de nosotros mismos. Ya que si nos aliamos con nuestra vulnerabilidad nos aliamos con nosotros mismos, dejamos de estar divididos, divorciados, rotos, nos sentimos enteros, plenos, felices. Cuando podemos ver nuestras luces y nuestras sombras, nos aceptamos, nos mostramos sin ningún miedo al juicio, ni al nuestro ni al de los demás. Empezamos a querernos y nos damos cuenta de que en realidad, era yo mismo quien no me quería.

Podemos aprender tanto…


2 comentarios

Isabel Alvarez Bernardo (Lili · marzo 21, 2020 a las 8:08 pm

Que me ha gustado mucho el escrito que acabo de leer

    psicoterapia y emociones · marzo 23, 2020 a las 9:18 am

    Muchas gracias Gran Lili

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.