Ella no lo sabe, pero desde que está en terapia es más amable, más humana y menos rara, se merece un príncipe o un dentista. Al menos un tenista.
Ahora en los vinos ya no me pide pastillas para el parado pringado ni para el olvido de amor ni para la justicia emocional. Ya no quiere pasar por encima de nada, ahora quiere procesar lo que le sucede. Que gustazo me da.
Ayer me dice «mi pasado vuelve». Y yo le digo «no, tu pasado no vuelve, eres tú la que está de vuelta». No sé si se da cuenta pero es ella la que ha dejado de correr.
Antes salía pitando de cada situación que se le complicaba, ahora se atreve a mirar cada situación que se le complica. Ahora puede dar la cara a cada una de las personas que dejó atrás cuando no sabía qué hacer con ellas.
Incluso ahora puede pedir perdón a personas concretas. Está rescatando amistades y personas y está tomando conciencia de que sus grandes enfados no son con ellas sino con alguien más nuclear e importante para ella. (Me dieron ganas de preguntarle cómo abandonó a cada una de ellas, pero qué frivolidad, se lo dejo a su terapeuta).
De ser una persona arisca está pasando a decir cosas como «tengo muchísimas ganas de darle un abrazo largo a nosequien». Un abrazo largo! Ella era de las que se alegraba de no poder dar besos en la época covid… Madre mía. Quién lo hubiera dicho.
No sé quién va a salir de esta nueva prima, pero me gusta mucho y brindo por ella!
Crecimiento personal y autocuidado
Sobre la hostilidad del silencio
Lívida me he quedado al constatar la hostilidad que implica el silencio. Yo sabía que mi manera de enfadarme en muchas ocasiones era a través del silencio. Enfados no legitimados ni expresados que se convierten en Leer más…
1 comentario
Lucía · mayo 10, 2023 a las 8:59 am
Esa prima es la pera limonera.