Lívida me he quedado al constatar la hostilidad que implica el silencio. 
Yo sabía que mi manera de enfadarme en muchas ocasiones era a través del silencio. Enfados no legitimados ni expresados que se convierten en silencio. A través de la mirada. Dura, clavada. Cómo será que una vez me expulsaron 3 días de clase porque había puesto una «mala mirada» al profesor. 


Pero hay otra hostilidad mucho más difícil de detectar y quizás mucho más lesiva. La hostilidad del no hablar, del no comunicar, que bloquea el avanzar, genera un retroceder, un vacío y el dudar. La hostilidad de «lo que no se habla no existe». 


El imperio del silencio. Donde crecen personas que viven en el vacío expresado mediante el mutismo. Cuando les pides que hablen no lo consiguen, se enredan, se lian, se confunden. No encuentran la forma de acabar una frase, a mitad de camino retroceden. Lo que expresan continuamente es un «no se». Un no se devastador porque detrás se esconde el «no existo», «no soy». Nunca me enseñaron a existir. Nunca me permitieron ser.


Ya lo decía Watzlawick. Es imposible no comunicar. Así que el silencio también comunica algo; en muchas ocasiones es equivalente a «no se puede hablar», «si hablas molestas/dañas». 
Y todas las teorías del desarrollo del habla destacan la importancia del habla para la formación del cerebro y el desarrollo de la identidad

La cultura del silencio puede llevar al aislamiento social si el niño no tiene la oportunidad de interactuar y comunicarse en casa. La comunicación verbal es esencial para el desarrollo de habilidades sociales y emocionales. El lenguaje se desarrolla a través de la exposición a sonidos, palabras y conversaciones. Si un niño crece en un entorno de silencio y prohibición, su exposición al lenguaje se ve seriamente limitada. Esto puede afectar negativamente su desarrollo del habla, vocabulario, gramática y comprensión. No solo comprensión lingüística, también de sí mismo.

Los estímulos auditivos contribuyen a la atención, la concentración y el desarrollo cognitivo en general. La falta de verbalización de lo que está sucediendo limita la capacidad del niño para procesar información, aprender y desarrollar habilidades cognitivas. Y no solo eso, también necesitamos contarnos a nosotros mismos lo que está pasando. Necesitamos construir nuestro relato, necesitamos que los adultos nos ayuden a poner palabras a lo que nos sucede. Es de gran dureza restringir la comunicación de lo que sucede. Para algunas personas será como prohibir el derecho a ser. Cómo prohibir el desarrollo de la identidad.


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