De pequeña me pasaba mucho tiempo preguntándome quién era. Me imaginaba que cualquier persona decía yo soy yo, pero ¿como sabía cada uno el yo que era?, ¿yo podía ser otro yo?
Incluso me imaginaba que un árbol podía decir yo soy yo sin saber de qué color eran sus hojas, porque quizás unos padres le dijeron a un niño que eran de color verde y otros decían amarillas. Todo eso me parecía un lío.
Recientemente he preparado un curso sobre identidad humana. Y he aprendido mucho. En el centro de mi identidad esta el sentido que para mi tiene mi vida. ¿Qué quiero hacer yo con ella? ¿a qué quiero dedicarla? ¿quién quiero ser?
En la siguiente capa estan los valores que nos definen… ¿Qué es lo que para mi merece la pena en este mundo? ¿en dónde pongo mis esfuerzos?
A continuación vienen las habilidades o capacidades que tengo, lo que me gusta y se hacer bien. Puede ser mi profesión.
Después ya viene mi entorno, mi grupo social, el dime con quién andas y te diré quién eres.
El centro de mi identidad está lejos del color de las hojas, de hecho esto pertenecería a la última capa… Ese es el nivel donde muchos adolescentes están. Por eso visten por grupos y se quieren parecer a los otros, están buscando su identidad y quieren sentir que pertenecen a un grupo.
A medida que crecemos y vamos siendo dueños de nuestra vida ponemos en juego nuestras capacidades, nos hacemos responsables. Y cuando ya tenemos recorrido sabemos quiénes somos y lo que queremos de nuestra vida.
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